lunes, 12 de abril de 2010

Antes de la Religión de los Dioses hubo la Religión de los Hombres

En la antigua enseñanza tradicional tenía un lugar de importancia primordial la Ley.
La Ley divina o natural es entendida e interpretada por algunos seres privilegiados que son elegidos por los espíritus para ello.
No conocen la muerte propiamente dicha, sino que en un determinado momento el Espíritu, que consta de tres almas, se desprende del cuerpo.
Precisamente en las tradiciones Bön del Tíbet, nos encontramos con un clan, Dmu, nombre que designa a la vez una clase de dioses, los que habitan el Cielo y a los que llegan los muertos subiendo por una escala o trepando por una cuerda.
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Antaño había en la Tierra una categoría de sacerdotes que pretendía poseer el poder de guiar a los difuntos al cielo, porque eran los Maestros de la Cuerda o de la escala: eran los Dmu.

La función ritual y mitológica de la cuerda se halla aún mejor comprobada en el Tíbet, especialmente en las tradiciones prebudistas. Se supone que Gya-Khri-btsan-po, primer rey del Tíbet, baja del cielo por medio de una cuerda llamada «rmu t'ag». Esta cuerda mítica aparece también representada en las tumbas reales, señal de que los soberanos subían al Cielo después de su muerte. La comunicación entre el cielo y la tierra no estuvo, por otra parte, jamás interrumpida para los reyes. Y la concepción de que los reyes no morían, sino que subían al cielo, nos recuerda al paraíso perdido.

También las montañas se asimilan a la escala o a la cuerda «mu» del primer antepasado que descendió a la tierra. Las tumbas de los reyes son llamadas «montañas». Por otra parte, las montañas sagradas son consideradas «pilares del cielo» o «clavos de la tierra»; a la vez esta misma función puede ser asumida por los pilares erigidos cerca de las tumbas o de los templos. También se designa como «pilar del cielo» o «clavo de la tierra» al dios del suelo de la casa. A la «puerta del cielo» corresponden el agujero del techo por el que penetra la luz y sale el humo; a la «puerta de la tierra» corresponde el hogar.

Podemos encontrar también este simbolismo en el concepto de "dioses protectores", que se asientan en lo alto de la cabeza, precisamente en el punto donde parte la cuerda «mu» y por eso los tocados importantes.

El hombre, en la medida en que es un ser pensante, comparte una condición superior, y más en concreto, la función y el destino de los dioses de estructura cósmica.
Ello explica la importancia de las numerosas competiciones rituales, desde las carreras de caballos, los juegos atléticos, tiro al arco o justas oratorias. Estas competiciones tienen lugar sobre todo con ocasión del Año Nuevo. El tema esencial del argumento del Año Nuevo se refiere a la lucha entre los Dioses del cielo y los demonios, figurados por dos montañas. La victoria de los dioses aseguraba la victoria de la vida nueva del año que comienza.

En la festividad tibetana del Año Nuevo (Pugna entre dioses y demonios infernales) podemos encontrar tanto influencias indias (los ciclos cósmicos que abarcan cientos de miles de años) como iranias (el demonio que corrompe la creación). Algunos eruditos opinan que estas creencias no son importadas de la China Imperial.

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